miércoles, 18 de junio de 2008

La cuadratura del círculo


Leonardo Da Vinci. "El Hombre de Vitrubio" (1486)


Enciendo la radio al levantarme y escucho al locutor matinal de la radio episcopal mofarse y proferir insultos a todo aquél que no piense como él, y ante semejante "ejemplo" de caridad cristiana opto por cambiar de dial. Oigo a otro locutor que insta a censurar y cerrar la emisora de los obispos por discrepar abiertamente de su línea editorial, al tiempo que sin ningún rubor se declara abiertamente defensor a ultranza de la libertad de expresión. En las noticias comentan la detención de un supuesto pederasta. No sé cuando celebrarán el juicio, pero al igual que ocurre en todos los países que se vanaglorian de defender la presunción de inocencia, todo el mundo ya lo ha condenado. Poco más tarde entrevistan al portavoz del partido político en el gobierno, que denuncia la falta de independencia de los órganos judiciales, porque no pueden elegir a un magistrado afín a sus ideas políticas por culpa del bloqueo del partido de la oposición -que propone a otro de su cuerda-.
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Desayuno leyendo en el periódico la alarma que produce el escandaloso aumento de embarazos y abortos en menores de edad mientras me viene a la memoria la cantidad de campañas institucionales realizadas en colegios de educación primaria invitando a tener relaciones sexuales con quien quieran -eso sí, con condón-. Debo tener una mente muy cerrada, pero sigo sin entender cómo esta misma sociedad que estima suficientemente maduro a un menor de edad como para invitarle a vivir plenamente su sexualidad, sin embargo lo considere falto de suficiente responsabilidad como para votar, comprar bebidas alcohólicas, e incluso tener culpa si cometiese algún delito...

Salgo corriendo de casa para llegar pronto al atasco. En el autobús, un caballero que protestó airadamente al chófer su falta de consideración por arrancar antes de que estuviera sentado, no es capaz de ceder su asiento a una pobre anciana que se sube en la siguiente parada. A mi espalda, una joven comenta al chico que le acompaña que es vegetariana por no estar de acuerdo con el indigno sacrificio indiscriminado de animales, y poco más tarde defiende con igual vehemencia el derecho de las mujeres al aborto.

Ya en el trabajo, un compañero de oficina me distrae quejándose de la corrupción reinante entre la clase política mientras termina de sacar -a cuenta de la empresa- copias del último bestseller que le prestó un amigo suyo en la fotocopiadora que está junto a mi mesa. Bajando en el ascensor, otro compañero se lamenta -con razón- de las dificultades para conciliar hoy día la vida laboral y la familiar, poco antes de alabar las virtudes de la televisión a la hora de hipnotizar a sus hijos mientras lee el periódico y recomendarme la niñera que le asiste cuando se va con sus colegas a la bolera.

Salgo a tomar el almuerzo con unos amigos. Sentados a la mesa, uno de ellos -que se autoproclama como católico no practicante-, critica la postura de la iglesia frente a la ley de matrimonios homosexuales justo antes de llamar maricón a su jefe, al que se pasa la vida haciéndole la pelota (aunque no es de su agrado) por si algún día consigue que le ascienda. El otro cambia el tema de conversación, comentando lo importante que es acudir a manifestaciones contra la violencia machista y en defensa de los derechos de la mujer, aunque yo sé que en su casa no da un palo al agua y encima le da un bufido a su mujer cada vez que ve una arruga en la camisa que ella le prepara por las mañanas.

Vuelvo a casa paseando por la avenida observando cómo aún afean el paisaje urbano los restos de carteles y pegatinas de propaganda electoral de los mismos políticos que nos prometían mantener nuestra ciudad limpia. Precisamente, dos señores comentan lo sucias que están las calles a la vez que el perro que llevan atado a su correa se hace caca en la acera sin que ninguno de ellos se moleste en recoger la deposición. En varios muros se repiten los antiestéticos graffittis de un colectivo ecologista que reclama una mayor protección de nuestro medio ambiente y un mayor cuidado de nuestro entorno.

En el portal me tropiezo con la misma vecina que la semana pasada me hablaba con admiración de la gran cantidad de dinero que se consiguió recaudar durante el maratón solidario que emitieron por la tele -y en el que ella colaboró con una humilde aportación-. Hoy me pasa un papel para que firme en protesta por la ubicación de un centro de acogida de inmigrantes en el barrio.

Mientras ceno, escucho por la radio a un sesudo experto en economía que exclama alarmado cuán desastrosa es la situación que vive el país cuando los bancos sólo han logrado incrementar un 20% sus beneficios respecto al año anterior. Y otro contertulio subraya sus palabras planteando que la solución a la crisis económica está en la imperiosa necesidad de moderar los salarios, realizar reconversiones empresariales que conlleven una reducción de plantillas y despido de trabajadores.

Me meto en la cama reflexionando sobre las numerosas incoherencias de mi vida. Y a estas alturas del día, si hay algo que tengo claro es que, posiblemente, el hombre sea el único animal empeñado en demostrar lo cuadrado que puede llegar a ser un círculo. Este lago es un mar de contradicciones y yo mismo no soy ajeno a ellas. Quizás por eso es tan complicado mantenerse a flote. Siento envidia de esa bandada de pajarillos que vuela alegremente con la libertad que sólo tienen los que logran ser plenamente coherentes.



CARTA DE NAVEGACIÓN

Poco después se le acercaron los que estaban ahí y le dijeron:
"No puedes negar que eres uno de los galileos:
se nota en tu modo de hablar"
Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre.
Y al momento cantó el gallo
Y recordó Pedro las palabras que Jesús le había dicho:
"Antes del canto del gallo me negarás tres veces"
Y saliendo afuera, lloró amargamente.
(Mt 26, 73-75)



viernes, 9 de mayo de 2008

El color del cristal

Antonio López. "Lavabo y espejo" (1967)


Escribió el poeta Ramón de Campoamor en una de sus "Humoradas" que "...en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". Tan sabia y acertada es la frase que se ha convertido en un dicho popular. En efecto, los seres humanos tenemos la tendencia natural de interpretar la realidad que nos rodea según nuestra propia experiencia, nuestros deseos o nuestros anhelos. Quizás, si tomáramos como costumbre cambiar ese cristal por otros ajenos podríamos tomar una dimensión más exacta de cada problema, y buscar respuestas más ajustadas, no tan ceñidas al orgullo personal.
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En fechas recientes fue protagonista del debate público en España la llamada "guerra del agua". Determinadas poblaciones y regiones con gran tradición agrícola a pesar de estar en una zona seca del país, ante el riesgo de que la escasez de agua ponga en serio peligro uno de sus principales sustentos económicos, no dejan de demandar al Gobierno estatal que se hagan las obras oportunas para hacer llegar el líquido elemento desde los ríos más caudalosos del país hasta sus campos. Pero las poblaciones y comarcas atravesadas por esos ríos se niegan rotundamente y de manera sistemática, aduciendo múltiples motivos más o menos justificados en defensa del equilibrio medioambiental, y esgrimiendo unos derechos de propiedad sobre el uso del agua que discurre por sus territorios.

Con el paso del tiempo, han llegado las vacas flacas. En la ciudad de Barcelona, la más importante de Cataluña (una de las regiones regadas por el río Ebro, el más caudaloso del país), se anuncian cortes incluso en el agua de consumo humano a pocos meses vista debido a la disminución de las reservas en los embalses, y la alta demanda. Y esos políticos que se negaban a realizar los travases de agua a los demás territorios del país se han visto forzados a proyectar uno desde el río a esta ciudad como solución de urgencia para paliar el problema, desdiciendo todos los argumentos que esgrimían hasta la fecha.

No es mi intención entrar a valorar este asunto tal y como se está haciendo en los medios de comunicación nacionales, al abrigo de las consignas políticas de sus partidos afines. Ya están ellos para recrudecer las guerras y aventar la cizaña. Sólo utilizo este ejemplo, como otros tantos que existen, para analizar actitudes humanas -y mías propias- desde una atalaya de mero observador.

Posiblemente, las decisiones de unos y otros no hubieran sido las mismas si en vez de mirar únicamente por sus propios intereses, se hubieran fijado desde el principio en la necesidad ajena. Por eso, en medio de este guirigay dialéctico en el que unos han tenido que agachar la cabeza y buscar nuevas argumentaciones para justificar su contradicción, otros se envalentonan pensando que las circunstancias les han dado la razón, y otros se preguntan incrédulos cómo puede una ciudad moderna y avanzada presentar carencias en un servicio tan básico como el abastecimiento de agua,
quizás convenga añadir un nuevo "cristal", otro punto de vista del que no he escuchado ningún comentario. Porque no podemos dejar de analizar los problemas locales desde una dimensión más universal y seguir destapando las vergüenzas de la sociedad de la opulencia. Ya va siendo hora de que todos guardemos silencio y escuchemos el grito silencioso de tantas y tantas personas que diariamente no tienen acceso al agua potable, y de las que apenas nadie se acuerda.

Y si una ciudad como Barcelona es capaz de movilizar y cambiar voluntades para solucionar en tiempo récord sus probables restricciones de agua, bueno es reflexionar por qué muchas otras ciudades y poblaciones del mundo -mucho más pequeñas y que no demandan un volumen de agua tan alto para subsistir- siguen hoy día agonizando de sed sin que salten las alarmas, sin que a casi nadie parezca importarle. Para ellos no ha habido una sensibilidad generalizada que busque solucionar el problema de una manera tan rápida y eficaz.

Cualquier necesidad que surja en el entorno del mundo desarrollado no es ni de lejos comparable con la precariedad que sufren esos pueblos que muchos quieren olvidar. Y desde esa perspectiva me atrevo a afirmar que mejor solución aún que la construcción de un trasvase sería realizar una reflexión profunda y una campaña agresiva de moderación y racionalización del consumo de agua, que tantas veces se desperdicia alegremente sin que nos duela.

Todavía resuenan en mi cabeza las palabras de un misionero en Zimbabwe que solicitaba urgentemente ayuda económica para la construcción de pozos con los que extraer el abundante agua existente en el subsuelo pero a la que los habitantes de aquellas poblaciones africanas no tenían posibilidad de acceder. Para la construcción de cada pozo tan sólo se necesitaban 6000 euros. Si este misionero se enterara de las auténticas memeces, completamente gratuitas, en las que se suelen despilfarrar cantidades mucho más ingentes de dinero público, probablemente lloraría de rabia e indignación. Y también merecerían más de una lágrima ciertos dispendios de "dinero privado" de individuos y familias cuando ya se tienen cubiertas las necesidades básicas.


Son las perversiones de la sociedad contemporánea, los pies de barro de un enorme gigante llamado "progreso", que crece día a día sin reforzar sus cimientos.



CARTA DE NAVEGACIÓN

Jesús , cansado de la caminata, se sentó sin más, al borde del pozo.
Era cerca del mediodía.
Una mujer samaritana llegó para sacar agua,
y Jesús le dijo: "Dame de beber"
La samaritana le dijo: "¿cómo tú, que eres judio, me pides de beber a mí,
que soy una mujer samaritana?"
Jesús le contestó: "¡Si tú conocieras el Don de Dios!.
Si tú supieras quién es el que te pide de beber,
tú misma me pedirías a mí.
Y yo te daría agua viva."
(Jn 4, 6b-7, 9-10)



miércoles, 20 de febrero de 2008

Cristianos en política

Théodore Géricault. "La balsa de la Medusa" (1819)


Hay algunas cosas que en el mundo de hoy exigen disponer de coraje y demostrar cierto grado de heroísmo. Sin duda, entre ellas están, por un lado, declararse públicamente cristiano, y por otro, meterse en política. Por eso, cuando descubro a un político que tiene los suficientes arrestos como para admitir ante los medios que es creyente, no puedo evitar admirarlo doblemente. Al menos en un primer instante. Luego, evidentemente, le tocará demostrarlo con hechos, y no sólo con palabras.
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No obstante, lo que quiero analizar y compartir hoy no está dirigido exclusivamente a estos profesionales de la política que no esconden sus creencias. También incluyo a todos los cristianos que también tienen claramente definida su ideología política, sean militantes o sencillamente simpatizantes. No puedo esconder un enorme sentimiento de envidia, por cuanto personalmente me cuesta adscribirme o decantarme por un determinado partido político u opción ideológica de las que se encuentran definidas a día de hoy. No sé si eso quiere decir que soy de centro. Pero lo cierto es que encuentro en toda la variopinta oferta política -por cierto, no tan variada- demasiadas zonas negras, demasiados puntos oscuros, demasiadas contradicciones esenciales con aspectos fundamentales de mis creencias y de mi forma de entender la realidad. De tal forma que, después de haber sufrido durante el discernimiento de mi voto, una vez pasadas las elecciones, me he quedado más de una vez con la sensación de haber lanzado un torpedo contra la línea de flotación de mis principios de vida y de mis convencimientos de fe... Y eso, a pesar de no haber votado en la vida dos veces seguidas al mismo partido político.

No entiendan mal mi lamento. Doy gracias a Dios por tener, al menos, la fortuna de encontrarme en un sistema que me permite votar entre diferentes opciones. Pero no encuentro forma de encontrar una alternativa que, ni siquiera acudiendo al tópico de "optar por lo menos malo", me deje tranquilo. Por eso quiero compartir mi reflexión crítica y mis cuestionamientos, como digo, con todos aquellos cristianos que ya no albergan dudas sobre su adscripción política. ¿Acaso no encuentran, en numerosas ocasiones, flagrantes contradicciones entre su ideología y su fe, entre lo que orienta su partido y lo que dictamina su conciencia? ¿Es compatible la asunción y potenciación de una estructura económica a todas luces injusta y generadora de bolsas de pobreza -que asume desde sus planteamientos la existencia de personas que inevitablemente se van a quedar al margen del desarrollo económico- con la opción preferencial por los más pobres que nos enseña el Evangelio? ¿Es coherente el apoyo ideológico de un sistema que se permite el lujo de tirar al vertedero toneladas de alimentos denominados "excedentes de producción" con la excusa de mantener un determinado nivel de precios, sabiendo que millones de personas se están muriendo literalmente de hambre? ¿Es posible compaginar la defensa de leyes que atacan de raíz el derecho fundamental y el respeto a la vida humana en pro de un supuesto bienestar social, con la máxima evangélica "lo que hagáis con uno de estos pequeños, lo hacéis conmigo"? ¿Acaso tiene que ver en algo ese Dios-Padre que deja marchar al hijo pródigo respetando su libertad con unos sistemas de gobierno totalitarios que tratan continuamente de cercenar la libertad de aquellos que discrepan de sus ideas?...

Estoy absolutamente convencido que los choques entre el tren de las consignas ideológicas y el de los principios morales deben ser continuos y de extraordinaria brutalidad en cada persona que se tome en serio ambas cuestiones. En cada uno de esos momentos de conflicto es necesario elegir. Y en las decisiones tomadas se dejará traslucir cuáles son en realidad los valores dominantes, en dónde realmente se deposita la propia confianza... Ahí estará la clave del testimonio que se transmite, porque "por sus obras los conoceréis". Y lo que tengo claro es que, salvo muy contadas y honrosas excepciones, la actitud más generalizada -por más que me pese- es la de adaptar la opinión o los criterios de actuación y pensamiento a las directrices marcadas por el partido o líder de turno, aunque ello suponga sacrificar los principios evangélicos y los fundamentos de la propia fe. Así, es muy común contemplar el esperpéntico espectáculo de dictadores católicos que reprimen, torturan y masacran a todo el que discrepe de ellos, de cristianos confesos que justifican sin ningún pudor la necesidad de iniciar guerras como remedio a otros males independientemente de los muertos que ello produzca, o de otros que manifiestan estar a favor de medidas pro-abortivas o de la manipulación y sacrificio indiscriminado de embriones... Y cuando no se promueven explícitamente semejantes aberraciones, se apoyan implícitamente con un silencio cómplice (al menos ante la opinión pública) por no perjudicar "la imagen" del partido o por miedo a represalias internas.

Manteniendo esa actitud se están transmitiendo claramente, como mínimo, dos convicciones: por un lado, que la fe en Jesús se modela y tergiversa a conveniencia por lo que, en el fondo, no sirve como elemento configurador de la propia vida (al menos, no tanto como la ideología); y por otro lado, que no se tiene confianza suficiente en que el Evangelio realmente puede ser realmente un proyecto alternativo y válido para el mundo que vivimos hoy. Ambos mensajes me resultan francamente deplorables. Y por ello, mi admiración inicial a todos los que se aventuran en el mundo de la política declarándose creyentes -ya sea como políticos en activo, como militantes o simpatizantes- suele tornarse frecuentemente en una enorme decepción. Sinceramente, de ellos espero, independientemente de su sensibilidad ideológica, otra cosa: algo distinto, nuevo... y no más de lo mismo.

No obstante, vuelvo a resaltar su valentía, porque también entiendo la dificultad de la empresa. El mundo de hoy es como una enorme apisonadora, y es muy difícil nadar contra corriente. Quizás, precisamente por eso, tendríamos que estar mucho más alerta para no perder nunca el norte, y no perdernos en nuestra travesía. Porque si realmente uno es creyente, desde mi forma de entender las cosas, uno toma la determinación de hacer de Jesucristo el centro de su vida, el principio y fundamento, y de trabajar por un proyecto de vida acorde al Evangelio que intente hacer presente en el mundo el Reino de Dios y su justicia. Y todo lo demás debería estar supeditado a ésto y no al revés.


PD: Recomiendo vivamente la lectura del comunicado de la Acción Católica General de Adultos ante las próximas elecciones generales; así como los posts "Creo en la política (I)" y "Creo en la política (II): la escala de valores" en el blog de Armando Vallejo Waigand.



CARTA DE NAVEGACIÓN

Ningún siervo puede servir a dos señores:
odiará a uno y amará a otro
o se afeccionará al uno y despreciará al otro.
(Lc 16, 13a)



miércoles, 6 de febrero de 2008

El AMOR en los tiempos del cáncer

Edvard Munch. "El grito" (1893)



Durante este año, en mi comunidad de fe (el grupito cristiano con los que comparto camino) decidimos profundizar sobre la espiritualidad en la vida cotidiana partiendo de nuestra experiencia. En ese contexto, como un paso más de ese recorrido, hace unas pocas fechas reflexionábamos sobre la forma en que habíamos afrontado espiritualmente las situaciones difíciles, las crisis, los tiempos de desierto y desolación que nos había tocado vivir... Los testimonios compartidos fueron enormemente enriquecedores. Casualidades de la vida: apenas una semana más tarde de aquella fecha, en mi familia nos enteramos de la noticia del cáncer de mi padre. Fue el comienzo de la espiral de acontecimientos que desembocarían en su fallecimiento apenas dos meses más tarde.
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Un sacerdote amigo, que fue mi párroco hace unos años, solía repetir que las casualidades son huellas del paso de Dios por nuestras vidas. Desde entonces reconozco que suelo estar atento a las "casualidades" que encuentro a mi alrededor por si descubro en ellas pinceladas de la voluntad de Dios. Quizás alguno pueda pensar que estoy loco, pero en mi interior tengo el convencimiento que Él me estaba preparando para lo que se nos venía encima a mi familia y a mí. Por supuesto, esta circunstancia ya ha sido añadida a la larga lista de momentos de mi vida en los que me he sentido no ya querido, sino especialmente cuidado y mimado por Dios.

Aquella reflexión con mi comunidad de fe me hizo ser consciente de lo importante que es la fe cuando un terremoto sacude tu vida y tu entorno. Por eso, aunque nunca ha sido mi intención en este blog entretenerme demasiado en cuestiones personales, si no les molesta quisiera tomar esta vivencia exclusivamente personal como excusa para dedicar una entrada a todo lo que la fe puede llegar a significar a la hora de enfrentarse a momentos complicados.

En numerosas ocasiones he comprobado cómo situaciones de desmoronamiento personal han provocado crisis de fe. La muerte y la enfermedad son situaciones difíciles de asumir, y es frecuente ver cómo para muchas personas, pasar por este trance les lleva a un enfrentamiento con Dios, al planteamiento de numerosas preguntas para las que no se encuentran respuestas. No creo equivocarme al afirmar que, de alguna manera, viviendo situaciones difíciles o deseperadas, todos hemos terminado cuestionándonos lo mismo: "¡¡¡¿por qué a mí?!!!!". No sé si aquellos que no creen en Dios esperarán algún tipo de respuesta cuando lanzan esta pregunta al aire, pero les aseguro que los que sí somos creyentes, esta pregunta se la lanzamos a Dios, y en cierto modo, esperamos respuesta más tarde o más temprano.

Cada uno de nosotros tiene una experiencia particular de esos momentos. Es un camino que, aunque en cierta medida pueda resultar angustioso, creo no es malo recorrer. A veces incluso es necesario. Quizás sea por eso por lo que el libro de Job es uno de los que componen las Sagradas Escrituras. Personalmente he descubierto cuán injusto puedo llegar a ser cuando le lanzo esas palabras en tono de reproche al mismo Dios -todo AMOR- que fue injustamente perseguido, insultado, calumniado, ridiculizado, cruelmente torturado, y finalmente ejecutado en una cruz por causa del odio, la venganza, la envidia, la ambición, la ira, la cobardía y el pecado del ser humano. Cuando siento el impulso de recriminar a Dios mi infortunio presente, mi imaginación me sitúa inevitablemente en medio de aquella multitud vociferante que vituperaba sin piedad al Jesús moribundo que subía a duras penas la cuesta del Calvario.

Contemplar la cruz en mi propia vida le da un significado distinto, acaso más profundo, a cada una de las palabras del Evangelio, que automáticamente se convierten en el mayor de los consuelos que he logrado encontrar. Cuando el mundo a tu alrededor se transforma en presagio de muerte, entiendes mejor a ese Jesús que mirándote a los ojos te dice: "Yo soy la VIDA". Al final, la clave está en lo mismo de siempre: vivir esos momentos, como todos los demás, con mucho amor.

A mí me resulta injusto pedirle "imposibles" a nadie, incluido a Dios. Aún así, Dios a veces nos los da. Muchos ven, por ello, la ocasión de exigírselos. A mí, sin embargo, me gustaría imitar humildemente a aquel único leproso de entre los diez sanados que dio marcha atrás por el camino para agradecer a Jesús todo el bien que le había hecho. Porque en numerosas ocasiones, es precisamente nuestro egoísmo el que nos impide descubrir cómo nos envuelve el AMOR de Dios, del que nosotros somos imagen y semejanza. Y ojalá ni mi cabeza ni mi alma se olvidaran nunca de dar gracias por todo lo que Él nos regala cada día y que, a fuerza de estar acostumbrados a recibirlo gratuitamente, ya ni siquiera somos capaces de valorar en su medida.


CARTA DE NAVEGACIÓN

Uno de los malhechores crucificados le insultaba diciendo:
"¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro le reprendió diciendo:
"Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio"
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino"
Le contestó: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso"
(Lc 23, 39-40.42-44)


jueves, 17 de enero de 2008

Días contados

Caspar David Friedrich. "El caminante sobre el mar de nubes" (1818)


¿Te has preguntado alguna vez qué harías si te dijeran que te quedan unos meses de vida? Es verdad que todos sabemos que nuestros días están contados y que en cualquier momento puede llegar nuestra hora. Pero no es menos cierto que todos vivimos sumergidos en nuestra rutina diaria, siguiendo nuestros hábitos cotidianos, en la confianza de una vida prolongada, y que normalmente no somos ni queremos ser conscientes de que nuestra presencia en este mundo no es eterna. Quizás la mayoría de nosotros reaccionaríamos de otra manera si tuviéramos conocimiento, aunque sea aproximado, de que el cronómetro de nuestra existencia temporal ha comenzado la recta final de la cuenta atrás...
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Casualidades de la vida. En mi anterior post sobre la memoria histórica comenzaba citando la imagen literaria de Jorge Manrique: "Nuestras vidas son los ríos que van a llegar al mar, que es el morir". Pertenecen a las "Coplas a la muerte de su padre". Poco me imaginaba entonces que pocas semanas más tarde me iba a ver prácticamente en la misma tesitura que el genial escritor. Una pequeña molestia, unas pruebas radiológicas, un informe médico y un diagnóstico que se resume en una sola palabra: cáncer.

Es increíble el shock que puede llegar a ocasionar una sola palabra. A pesar de ser mi padre y no yo el directamente afectado por la enfermedad, en un instante pasaron por mi mente numerosos fantasmas, recuerdos del pasado, imágenes de futuros posibles, evaluaciones y revisiones de todo lo hecho y por hacer, preguntas sobre el sentido de mi propia vida, cuestionamientos sobre el aprovechamiento adecuado de cada segundo que Dios me regala, sobre todos los asuntos pendientes o mal resueltos que se acumulan en el trastero de mi existencia... Y reconozco que, aunque atravesaba un momento espiritualmente fuerte, la noticia me pilló anímicamente frágil. Conocer la enfermedad de mi padre me dejó bastante tocado durante una semana: el tiempo justo de aprender a tragarte las lágrimas al comprobar lo mucho que nos teníamos que apoyar mutuamente todos los miembros mi familia, y de comprender que, una vez estás montado en una bestia así, es fundamental intentar tomar las riendas que la situación te permita si no quieres terminar estampado contra el suelo.

Observar a mi padre frente a este toro que le ha tocado lidiar me ha fortalecido mucho. Como supongo que le ha pasado a otros muchos. Gracias a él y a mi madre conozco muchísimas cosas de la vida y del mundo; he aprendido de sus enormes virtudes y también de sus defectos para intentar configurar mi propia forma de ser en la medida en que ésta puede ser moldeada. Pero incluso después de tanto tiempo, me sigue enseñando cosas de la mejor forma que se puede hacer: no sólo con la palabra, sino también con la vida. Y creo que él está agradecido a Dios por concederle la gracia de afrontar la recta final de su vida de esta forma, conscientemente. Al fin y al cabo, nunca fue amigo de improvisaciones y siempre prefirió asimilar las cosas con paciencia y tiempo...

Con él ahora mismo estoy aprendiendo una nueva lección. La manera en que está aceptando los días de pasión que se le avecinan, la dignidad con que está asumiendo la cruz que le ha tocado cargar, me ha hecho descubrir una vez más el rostro de Cristo a mi lado, el infinito amor de Jesús que alienta, fortalece y cumple su promesa: "No temais, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo..."

Ahora que todavía tiene fuerzas y que apenas está comenzando el tratamiento, él no pierde la ocasión de acudir diariamente a la eucaristía. Y a mí me encanta acompañarlo siempre que puedo. Cuando le veo arrodillado en la iglesia, no sé que pensamientos invadirán su cabeza en ese momento. Pero tanto si le está dando gracias a Dios por el don de la vida como si le está pidiendo que pase de él este cáliz, sé que se está apoyando en el mejor de los pilares, y que se está abandonando en las mejores manos...


CARTA DE NAVEGACIÓN

Por eso también vosotros estad preparados,
porque a la hora que no penseis vendrá el Hijo del hombre.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente,
puesto por el amo al frente de su servidumbre,
para que les dé provisiones a su tiempo?
Dichoso este siervo si, al llegar su amo, lo encontrare obrando así.
En verdad os digo que lo pondrá al frente de su hacienda.
(Mt 24, 44-47)

DIARIO DE NAVEGACIÓN