miércoles, 6 de febrero de 2008

El AMOR en los tiempos del cáncer

Edvard Munch. "El grito" (1893)



Durante este año, en mi comunidad de fe (el grupito cristiano con los que comparto camino) decidimos profundizar sobre la espiritualidad en la vida cotidiana partiendo de nuestra experiencia. En ese contexto, como un paso más de ese recorrido, hace unas pocas fechas reflexionábamos sobre la forma en que habíamos afrontado espiritualmente las situaciones difíciles, las crisis, los tiempos de desierto y desolación que nos había tocado vivir... Los testimonios compartidos fueron enormemente enriquecedores. Casualidades de la vida: apenas una semana más tarde de aquella fecha, en mi familia nos enteramos de la noticia del cáncer de mi padre. Fue el comienzo de la espiral de acontecimientos que desembocarían en su fallecimiento apenas dos meses más tarde.
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Un sacerdote amigo, que fue mi párroco hace unos años, solía repetir que las casualidades son huellas del paso de Dios por nuestras vidas. Desde entonces reconozco que suelo estar atento a las "casualidades" que encuentro a mi alrededor por si descubro en ellas pinceladas de la voluntad de Dios. Quizás alguno pueda pensar que estoy loco, pero en mi interior tengo el convencimiento que Él me estaba preparando para lo que se nos venía encima a mi familia y a mí. Por supuesto, esta circunstancia ya ha sido añadida a la larga lista de momentos de mi vida en los que me he sentido no ya querido, sino especialmente cuidado y mimado por Dios.

Aquella reflexión con mi comunidad de fe me hizo ser consciente de lo importante que es la fe cuando un terremoto sacude tu vida y tu entorno. Por eso, aunque nunca ha sido mi intención en este blog entretenerme demasiado en cuestiones personales, si no les molesta quisiera tomar esta vivencia exclusivamente personal como excusa para dedicar una entrada a todo lo que la fe puede llegar a significar a la hora de enfrentarse a momentos complicados.

En numerosas ocasiones he comprobado cómo situaciones de desmoronamiento personal han provocado crisis de fe. La muerte y la enfermedad son situaciones difíciles de asumir, y es frecuente ver cómo para muchas personas, pasar por este trance les lleva a un enfrentamiento con Dios, al planteamiento de numerosas preguntas para las que no se encuentran respuestas. No creo equivocarme al afirmar que, de alguna manera, viviendo situaciones difíciles o deseperadas, todos hemos terminado cuestionándonos lo mismo: "¡¡¡¿por qué a mí?!!!!". No sé si aquellos que no creen en Dios esperarán algún tipo de respuesta cuando lanzan esta pregunta al aire, pero les aseguro que los que sí somos creyentes, esta pregunta se la lanzamos a Dios, y en cierto modo, esperamos respuesta más tarde o más temprano.

Cada uno de nosotros tiene una experiencia particular de esos momentos. Es un camino que, aunque en cierta medida pueda resultar angustioso, creo no es malo recorrer. A veces incluso es necesario. Quizás sea por eso por lo que el libro de Job es uno de los que componen las Sagradas Escrituras. Personalmente he descubierto cuán injusto puedo llegar a ser cuando le lanzo esas palabras en tono de reproche al mismo Dios -todo AMOR- que fue injustamente perseguido, insultado, calumniado, ridiculizado, cruelmente torturado, y finalmente ejecutado en una cruz por causa del odio, la venganza, la envidia, la ambición, la ira, la cobardía y el pecado del ser humano. Cuando siento el impulso de recriminar a Dios mi infortunio presente, mi imaginación me sitúa inevitablemente en medio de aquella multitud vociferante que vituperaba sin piedad al Jesús moribundo que subía a duras penas la cuesta del Calvario.

Contemplar la cruz en mi propia vida le da un significado distinto, acaso más profundo, a cada una de las palabras del Evangelio, que automáticamente se convierten en el mayor de los consuelos que he logrado encontrar. Cuando el mundo a tu alrededor se transforma en presagio de muerte, entiendes mejor a ese Jesús que mirándote a los ojos te dice: "Yo soy la VIDA". Al final, la clave está en lo mismo de siempre: vivir esos momentos, como todos los demás, con mucho amor.

A mí me resulta injusto pedirle "imposibles" a nadie, incluido a Dios. Aún así, Dios a veces nos los da. Muchos ven, por ello, la ocasión de exigírselos. A mí, sin embargo, me gustaría imitar humildemente a aquel único leproso de entre los diez sanados que dio marcha atrás por el camino para agradecer a Jesús todo el bien que le había hecho. Porque en numerosas ocasiones, es precisamente nuestro egoísmo el que nos impide descubrir cómo nos envuelve el AMOR de Dios, del que nosotros somos imagen y semejanza. Y ojalá ni mi cabeza ni mi alma se olvidaran nunca de dar gracias por todo lo que Él nos regala cada día y que, a fuerza de estar acostumbrados a recibirlo gratuitamente, ya ni siquiera somos capaces de valorar en su medida.


CARTA DE NAVEGACIÓN

Uno de los malhechores crucificados le insultaba diciendo:
"¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro le reprendió diciendo:
"Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio"
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino"
Le contestó: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso"
(Lc 23, 39-40.42-44)


8 comentarios:

lojeda dijo...

He descubierto tu blog a través de Alex Segrelles, y me ha hecho ilusión encontrar en él amigos claretianos.
Yo trabajé con los claretianos de Jaén muchos años en la parroquia, y siento el espíritu Claret como algo mío.
Felicidades por el blog. Pasaré a menudo.
Un saludo

Abuela Ciber dijo...

Venia por aca y escuchaba tu silencio, hoy se el porque.
No hay palabras en momentos asi, sino el sentir sincero de cosas profundas que emergen deseando consular, acunar.
Junto a ti y tus seres queridos recibe mi abrazo a traves del mar.

Anónimo dijo...

Querido Miguel:

En los últimos tiempos he rezado por vuestra familia, por tu padre... por la esperanza.

Gracias por tu búsqueda compartida de sentidos (de Sentido) para esta vida que tantas veces nos descoloca pero por la que tantas gracias hemos de dar.

Un abrazo fuerte.

Mucha dijo...

Aunque a veces no comente te sigo leyendo,abrazos desde lo lejos

Armando Vallejo Waigand dijo...

Primero, quiero disculparme por el retraso en escribir estas palabras. Me uno a tu dolor y el de tu familia, y admiro la forma en que lo has afrontado. Tus textos son toda una catequesis sobre la Esperanza, la Fe y la Salvación, vividas desde el testimonio y la experiencia personal.

Solo puedo dar gracias a Dios por ello y volver a lanzar una oración por tu familia y por ti.

Un fuerte abrazo, amigo.

Miguelo, sc dijo...

LOJEDA: Encantado de verte por aquí. Yo también estuve en Jaen, en una Semana Santa, animando una Pascua Contemplativa que organizaban los claretianos en Fuerte del Rey. Esta es tu casa, pásate cuando quieras.

ABUELA CIBER: Mi silencio está motivado por mis circunstancias personales, evidentemente. Pero desde que empecé la aventura de este blog tenía claro que no iba a poder seguir un ritmo más alto... Lamento no poder pasar a menudo, pero aún esporádicamente, pienso seguir compartiendo mis reflexiones por si le sirven a alguien, y para aprender de lo que ustedes me aportan.

Gracias por tu abrazo, tu cercanía, tu cariño... por estar siempre ahí.

ALEX: Muchas gracias por tu apoyo, y por tu oración. Sé que compartimos esperanza, más aún, "certeza" en la VIDA...

Recibe también un gran abrazo de mi parte.

MUCHA: Gracias por tu atención y compañía a este humilde blog.

ARMANDO: No hay nada que disculpar, Armando. Sé que estamos unidos en la oración, en la fe , en la esperanza y, como le decía a Alex, en la "certeza" en que el Amor de Dios nos da la VIDA.

Te agradezco inmensamente tus oraciones por mi familia.
Créeme cuando te digo que Dios está las está escuchando y atendiendo.

Te mando un fuerte abrazo muy sentido.

Zulm@ dijo...

Por tu comentario en mi blog hoy me imaginé que algo grave te había pasado. Lamento lo de tu papá, por tus palabras presentí tu tristeza.
Fuerzas y la vida es esto...lágrimas y sonrisas ,hoy nos tocó las lágrimas.
Un fuerte abrazo.

Basho dijo...

El Amor de Dios es oscuro, a veces incomprensible, tanto que a veces no parece amor pero que curioso que esos momentos de dolor y oscuridad se conviertan en lugares privilegiados de encuentro con El ¿verdad?

Un abrazo

DIARIO DE NAVEGACIÓN