Te propongo un ejercicio de imaginación. Si conocieras a una adolescente que se queda embarazada y a la que se le presenta la perspectiva de ser madre soltera, ¿cómo actuarías?. Si te enteras que su pareja no es el padre ¿qué pensarías de ella?. Si ella afirma que es virgen ¿cambiarías tu opinión?. Si para colmo, ella afirmara que el papá del niño es Dios, y que lo ha sabido gracias a una revelación divina... ¿Qué conclusión sacarías?
-------
No sé qué habrás contestado, pero siendo realistas, incluso en sociedades que hoy presumen de ser abiertas, cosmopolitas, globalizadas, liberales y tolerantes, a esa chica se la hubiera calificado sin pudor de estúpida, inconsciente, puta, pendón, infiel, mentirosa, chiflada... y no sé cuántas cosas más. No es difícil suponer que una gran mayoría de personas, tras comprobar que la susodicha no les está tomando el pelo, estaría buscando la forma de ingresar a esta niña en un psiquiátrico tras hacerla pasar obligatoriamente por una clínica abortiva y efectuarle de paso una operación de ligadura de trompas...
Pues ahora ponte en el lugar de esa adolescente. Imagina esa misma situación, pero hace dos mil años y en una sociedad como la existente en Oriente Medio en aquella época. Imagina todo lo que te puede pasar por la cabeza: a causa de tu embarazo, tu prometido seguramente te repudiará y cancelará su compromiso, y desde que se confirme la noticia, todos tus vecinos como energúmenos te sacarán de tu casa a empujones, te llevarán junto al muro de las lapidaciones y al grito de ¡adúltera! te masacrarán sin compasión bajo una lluvia de piedras.
Ante ese panorama, hay que tener muchas toneladas de fe para hacer caso a un desconocido -por muy ángel que sea- y creerle cuando te dice "¡no temas, que has encontrado gracia ante Dios!". Pero incluso con fe, hay que tener mucho valor para, sabiendo que una situación así te va a complicar tanto la vida, fiarte de ese extraño que incluso se atreve a llamarte "bienaventurada" y responder humildemente "¡Hágase en mí según tu palabra!".
Pues todo ese arrojo estaba encerrado en una pequeña de Nazaret llamada María. Teniendo en cuenta todos los condicionantes que he comentado, a mí me llama poderosamente la atención su valentía, un aspecto no suficientemente ensalzado según mi parecer. En esas circunstancias, ¿cuántos de nosotros hubiéramos actuado igual? Y es que, quien piense que tener fe es una forma de evitarse problemas, sólo tiene que contemplar a María para descubrir lo equivocado que está.
Y esto era sólo el principio. El niño acabaría naciendo en tierra extraña por culpa de un gobernador romano que le dio por realizar un censo justo en el momento más inoportuno. Con toda la gente que había en Belén no tienen un lugar digno donde dormir, y casi deben agradecer tener la "fortuna" de lograr un establo de animales como paritorio. Sin tiempo a descansar, y con el niño recién nacido, debe emigrar con su familia, aprisa y corriendo, porque un loco que maneja resortes del poder y que acostumbra a hacer caso a videntes y echadores de cartas, se dedica a cargarse a todo bebé que se encuentra por el camino... Siendo todavía un menor, el niño se larga y desaparece sin decir nada "para ocuparse de las cosas de su Padre". Cuando se independiza, empieza a escuchar rumores de que tu hijo está armando un buen sarao en la región. Algunos lo tratan de loco, otros de mesías... Y el día que menos se lo espera se entera que lo tienen preso, y que lo condenan a muerte. Lo ve sufriendo, subiendo al cadalso con una cruz a cuestas, y lo ve morir sin remedio y sin tener en sus manos la posibilidad de remediarlo...
¡Y algunos todavía nos atrevemos a quejarnos por las dificultades que nos ha tocado en suerte vivir...! Quien piense que cualquier contratiempo es motivo suficiente para creer que Dios le ha abandonado, sólo tiene que contemplar a María para darse cuenta de lo equivocado que está...
Y digo yo, ¿cuántos "ángeles", conocidos o desconocidos, se nos estarán cruzando por el camino a diario recordándonos lo afortunados que somos por haber sido mimados por Dios? ¿No estaremos mandándolos a freir espárragos tan absortos como estamos en nuestras preocupaciones diarias? ¿No estaremos en determinadas ocasiones cerrando la puerta a Dios por miedo a que nos complique "un poco" la vida?...
(Lc 1, 45-46. 48b-49)